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     El comienzo de esta iglesia se remonta al trabajo de tres hombres en 1898, quienes con un método original para la época, iniciaron  actividades tendientes a difundir el mensaje evangélico entre los diversos estratos de la población tucumana. Jaime Clifford, Jorge Langran, y Guillermo Payne, todos hombres jóvenes oriundos de las islas británicas, se presentaron en Tucumán con una “carpa evangélica”, y alquilaron en la esquina de Monteagudo y Las Heras (hoy San Martín) un lote para ubicarla. Poco después trasladaron la carpa a la esquina de Las Piedras y 9 de Julio, también por poco tiempo, y luego a otros lugares, incluso frente a la Plaza Alberdi. En agosto de 1899 Jaime Clifford viajó a Escocia a buscar a su prometida, mientras que, a los tres meses de estar en Tucumán, Guillermo Payne hizo venir a su familia, que se encontraba en Córdoba, alquiló un viejo almacén en la esquina de Buenos Aires y Las Piedras para convertirlo en lugar de predicación, y comenzó a formar la primera iglesia evangélica de la ciudad sobre la base de un pequeño grupo de convertidos que fueron bautizados en dicho lugar en 1899. A comienzos de 1900, Payne se encaminó a Bolivia, radicándose en Cochabamba. En lugar de Payne siguieron en Tucumán Jorge Langran y su esposa (“doña Margarita”), con un misionero que luego se radicó en el Uruguay, McCabe, “y de nuevo la carpa entró en acción”. Los Langran estuvieron un año y medio en Tucumán y “la obra prosperó”. A su partida a Córdoba en 1902, quedaba ya un núcleo de unos veinticinco “hermanos” integrantes de la incipiente o embrionaria iglesia, entre los que estaban representadas ocho nacionalidades diferentes.

     En octubre de 1901 la incipiente iglesia se vio fortalecida con el regreso de Jaime Clifford, ahora acompañado por su señora esposa (Enriqueta Tweedale), quienes habían decidido radicarse en nuestra ciudad. Establecieron su domicilio particular en la intersección de las calles Catamarca y Santa Fe, frente al ex Ferrocarril Central Argentino, inaugurado algunos años antes.  Clifford (con 24 años de edad, al llegar) había pasado por Tucumán a comienzos de 1898. Venía del altiplano en esa ocasión, y llegó a nuestra ciudad en una típica noche de verano. A un calor insufrible se agregaba una humedad que hacía que la atmósfera fuese irrespirable. Leemos en su biografía que “Jaime no podía dormir, salió y se pasó la noche sentado en un banco de la plaza, procurando, de esta manera, respirar. Tucumán le pareció el peor lugar de la tierra, y durante esa noche casi interminable se dijo mil veces: "En esta ciudad no podría vivir ni por todo el oro del mundo". No obstante, tras regresar algunos años después, permaneció en nuestro medio durante casi treinta años, dando lo mejor de su vida a la obra del Señor en esta provincia con muy buenos resultados, aunque ejerciendo su ministerio en un campo mucho más amplio. Parte de ese resultado era consecuencia, indudablemente, de la práctica de visitar a los miembros y simpatizantes en sus casas para alentarlos en la fe e instruirlos en aspectos prácticos de la vida cristiana cotidiana; otro factor fue darles participación en los cultos, especialmente en los “estudios bíblicos de tipo conversacional”.

     Pocos años después, en 1904, se adquirió la propiedad en calle Córdoba novena cuadra, con salida hacia el pasaje Padilla, indudablemente con fondos donados por iglesias del país de origen de Clifford. Esta propiedad sigue perteneciendo a la primera iglesia evangélica que se formó en nuestro medio. Posteriormente se edificó allí el templo al que le correspondió el número 893, y luego una casa pastoral con frente sobre el pasaje Padilla, con el número 82. Mientras se reunían los fondos necesarios para edificar en la propiedad adquirida, en 1905 se alquiló un salón en la calle 24 de Septiembre, entre Salta y Junín. En ese año de 1905 Tucumán era una de las pocas ciudades del país (en total seis) donde había iglesia constituida perteneciente a esta agrupación, siendo las otras Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, Córdoba, y Jujuy. Después se trasladaron a otros puntos, entre ellos a la calle Ayacucho, casi esq. Crisóstomo Alvarez, y luego a diferentes lugares en la calle Mendoza, entre ellos la cuadra correspondiente al 1000 (entre Catamarca y José Colombres).

     El nuevo “local”, en la propiedad adquirida en la calle Córdoba, se inauguró a fines de marzo de 1910, y en junio los Clifford se trasladaron allí, donde ocuparon habitaciones construidas en la parte posterior del salón. Ya para 1925, empero, la dirección de la familia Clifford figura como Pasaje Padilla 82, o sea la de la “casa pastoral”. Jaime Clifford, conocido en el ambiente evangélico como “apóstol del norte” y “patriarca de Tucumán”. Era un hombre equilibrado y completo, y los que en esa época eran jóvenes recuerdan las excursiones al cerro o a la Quebrada de Lules, en las que Clifford, además de encarar temas espirituales y morales, les hablaba sobre botánica o geología, tomando como base las estratificaciones de la montaña y los enormes árboles con sus plantas parasitarias. De cuna humilde (aunque con futuro político en su propio país, dada su capacidad de oratoria), no tenía dificultad para vincularse con los humildes, si bien tampoco despreció la amistad de personalidades como Miguel Lillo, el sabio naturalista tucumano, y otros; su accionar fue tal en el Tucumán de comienzos del siglo XX que se granjeó la simpatía de hombres como el rector del Colegio Nacional, quien en diversas oportunidades aludió a sus virtudes, mencionándolo como “un ejemplo para la ciudad”, a la vez que la de los changadores y otros personajes característicos de la ciudad.